Cuando hablamos de vinos, términos como “Joven”, “Reserva” y “Gran Reserva” son comunes, pero ¿qué significan realmente? El Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) establece criterios precisos para definir estas categorías, especialmente en vinos tintos.
Vino Joven
Un vino tinto es considerado “Joven” cuando sale al mercado en el mismo año de su cosecha. Estos vinos son frescos, con acidez vibrante y una marcada presencia de aromas frutales y florales. Suelen ser fáciles de beber, ideales para disfrutar en el corto plazo.
Vino Reserva
Para que un vino tinto sea clasificado como “Reserva”, el rendimiento máximo permitido es de 135 kg de uva por cada 100 litros de vino producido. Además, debe tener una crianza mínima de 12 meses a partir del momento en que se encuentra enológicamente estable. En el caso de vinos blancos y rosados, este periodo se reduce a un mínimo de 6 meses. Los vinos Reserva presentan mayor estructura, complejidad y capacidad de guarda, con sabores más profundos y desarrollados.
Vino Gran Reserva
Un paso más allá está el “Gran Reserva”. En esta categoría, el rendimiento máximo permitido es de 140 kg de uva por cada 100 litros de vino, con una crianza mínima de 18 meses desde su estabilización enológica. Los vinos Gran Reserva se destacan por su gran complejidad aromática, profundidad de sabor y un notable potencial de envejecimiento.
¿Y la Crianza?
Existen muchas técnicas de crianza que influyen en el carácter del vino: en barricas de roble (francés o americano), cerámica, arcilla, concreto, acero inoxidable e incluso vidrio. Cada material aporta matices únicos, desde notas especiadas y tostadas hasta una pureza mineral excepcional.
En futuras publicaciones, exploraremos en detalle cómo estas técnicas y materiales afectan la evolución de los vinos. ¡Mantente atento para seguir descubriendo el fascinante mundo de la crianza enológica!
Por Agustina Bertona